TORTA TRES LECHES

He etiquetado este postre como «venezolano», sólo porque la receta está basada en la de Mamana, la abuelita de Hugo, pero en realidad es una torta / pastel que se come en toda América Latina.  Alguna vez escuché que era original de Nicaragua, pero no sé a ciencia cierta.  Así que sin ánimos de entrar en conflictos sociológicos, aquí les va mi versión del tres leches, con algunos tips para que el bizcocho quede más esponjoso y el merengue quede mejor.

El truco para que un buen tres leches no quede aguado, a pesar de todo el líquido que lleva, es que la torta no tenga grasa (sólo huevos, harina y azúcar).  Hay otras variantes, por ejemplo el «cuatro leches», que en lugar de tener merengue arriba, va coronado con dulce de leche o cajeta (como en la primera foto).  Dudo que haya una combinación mejor…  Y otras versiones (como la de mi abuela Gloria), en que las tres leches se «envenenan» con un poquito de ron.  Queda a gusto del consumidor.

Las fotos con merengue no están muy buenas.  La de arriba es sólo para mostrar lo que les decía antes: el bizcocho no nada en líquido, sino que lo absorbe todo porque es poroso y esponjoso.  La de abajo sirve para mostrarles lo que le pasa a un merengue cuando hay mucha humedad en el ambiente, pero ya tocaré ese punto más adelante.

Sin más preámbulos…

 

INGREDIENTES
 
Para una molde de 23×33 cm (9×13″)
El bizcocho
7 yemas de huevo (de los 4 huevos que se usan para el bizcocho + 3 que sobran del merengue)
3/4-1 taza de azúcar (mejor si es extrafina / caster)
1 chorrito de vainilla
1 1/2 taza de harina leudante
4 claras de huevo
Las tres leches
1 lata (400 g) de leche condensada
1 lata (410 g) de leche evaporada
1 lata o potecito (250 ml) de crema de leche
El merengue
3 claras de huevo
3/4 taza de nevazúcar / azúcar glas / impalpable
Un chorrito de vainilla, si quieren
Canela en polvo, al gusto
  • Precalentar el horno a 180º C / 350º F y enmantequillar un molde rectangular de 23×33 cm (9×13″).
  • Tip general: Los huevos se separan mejor cuando están fríos, pero las claras levantan más fácilmente cuando están a temperatura ambiente.
  • Con una batidora eléctrica, batir yemas al menos por 10 minutos en un recipiente grande, hasta que tomen un color pálido y una textura espesa (en las fotos de abajo pueden ver la diferencia de color entre las yemas apenas mezcladas y ya batidas).  Lentamente añadir el azúcar y la vainilla, y continuar batiendo por unos 7 minutos más.  Para comprobar que el azúcar se haya disuelto, agarrar un poco de masa entre los dedos.  Si se siente granulosa, batir por unos minutos más.  Esto parece un montón, pero hace la diferencia entre un bizcocho pesado y uno esponjoso.
    • Sobre la cantidad de azúcar:  Mamana le pone una taza entera de azúcar, pero tanto la leche condensada como el merengue son dulces, así que se puede reducir a 3/4 de taza sin problema.  Hagan la prueba antes de cortarla a 1/2 taza, no vaya a ser que les quede insípido.  Ya saben que no todas las marcas de azúcar endulzan igual…
  • En un recipiente aparte, batir (con batidora eléctrica) las 4 claras a punto de suspiro (las otras 3 claras se van a usar más adelante en el merengue), hasta formar picos suaves.  Incorporar a la mezcla de yemas, usando una espátula con movimientos envolventes muy suaves (NO usar la batidora eléctrica).  La idea es dejar atrapada la mayor cantidad de aire posible, para que el bizcocho crezca y quede esponjoso.
  • Cernir la harina sobre el recipiente, y mezclar con los huevos suavemente usando la espátula, con movimientos envolventes.  Es importante NO BATIR, de manera que los huevos no pierdan la textura esponjosa.
    • Si no tienen harina leudante, mezclar 1 1/2 taza de harina normal con 2 cucharaditas rasas de polvo de hornear y 1/4 cucharadita de sal.  Cernir sobre los huevos.
  • Verter en el molde y hornear por 15-20 minutos, hasta que el bizcocho esté firme en el centro.  Para comprobar que esté cocido, pueden insertar un palillo en el centro.  Si sale limpio, la torta está lista.
  • Mientras el bizcocho se cocina, mezclar las tres leches en una licuadora.
    • La abuelita de Hugo no le pone crema de leche, sino que prepara una leche espesa: usando la misma lata de la leche condensada, mezcla agua con 8 cucharadas de leche en polvo.  Es una alternativa un poco más sana.
    • Si van a «envenenar» el tres leches con ron, éste es el momento de agregarlo y mezclarlo bien con el resto del líquido.
  • Al sacar el bizcocho del horno, pincharlo muchas veces por todas partes utilizando un tenedor de dientes largos.  Hay gente que recomienda dejar enfriar antes de mojar con las tres leches, pero yo encuentro que absorbe mucho mejor cuando todavía está caliente.  Verter entonces el líquido poco a poco, asegurándose de que se empape todo.  Tal vez inicialmente pareciera que no puede absorber más, pero si lo dejan reposando, el bizcocho poco a poco va chupando todas las leches.
  • Una vez que se haya absorbido todo el líquido, se puede preparar el merengue.  Aquí les paso algunos tips que también copié en la receta del flan de coco macuteño.  Son tomados de esta página:
    • Batir las claras de huevo a punto de suspiro con una batidora eléctrica a alta velocidad, y luego agregar el azúcar poco a poco mientras se sigue batiendo.  El recipiente tiene que estar perfectamente limpio, sin nada de grasa (por eso recomiendan usar uno de metal o vidrio, porque el plástico siempre conserva algo de grasa).  Agregar la vainilla, si deciden ponerle.
    • En el caso del merengue para el tres leche, se utiliza azúcar impalpable (que en Venezuela conocemos como nevazúcar, por la marca), pero para otros merengues, el azúcar debe ser extrafina (caster), para que se disuelva bien.  Si el merengue queda granuloso, se desinfla y «llora» más rápido.  Para comprobar que se haya disuelto bien, basta con agarrar un poco de merengue entre los dedos y frotar.  Si se sienten los granos de azúcar, seguir batiendo un poco más.
    • Yo solía cortar la cantidad de azúcar en el merengue porque me parecía excesiva, pero siempre se me «espichaba».  Resulta que no es buena idea ponerle menos de dos cucharadas por clara de huevo que se utilice.  El azúcar es lo que mantiene firme el merengue.  Dicho esto, también tengo que confesar que Mamana le pone una taza entera, pero yo no soporto el remordimiento de conciencia, así que le pongo 3/4.
    • Cuando los picos estén bien firmes, echar sobre la torta aún caliente, sellando bien los bordes con una espátula.  De este modo, el calor del bizcocho ayuda a que el merengue se comience a cocinar desde abajo también, y no se despegue.  Darle la forma que prefieran (con picos, olitas, etc.).  Espolvorear la canela en polvo por encima.
    • En el caso del tres leches, el merengue no se cocina en el horno, sino que se come tal cual.
    • Recomiendan no hacer merengues en días húmedos y lluviosos, porque la humedad hace que llore y se separe del flan.  Yo tenía mis sospechas sobre esto, pero he comprobado que es cierto.  Para muestra, miren cómo se desinfló este merengue:
  • Si van a utilizar dulce de leche / cajeta en lugar de merengue, entonces sí les sugiero que dejen enfriar por completo antes de untar el bizcocho.  Si quieren hacer un dulce de leche casero, aquí está la receta.  La decoración que pueden ver abajo está hecha con virutas de chocolate blanco.

 

  • El tres leches se sirve a temperatura ambiente o frío.  Debe guardarse en la nevera, preferiblemente cubierto con envoplast (papel transparente) para que no se seque.  Si notan que el frío lo resecó demasiado, rehidratarlo con un chorrito de leche (pero no echarlo sobre el merengue, sino por un costado).

 

HELADO DE CAFÉ

Seguimos probando recetas de nuestro libro Best-Ever Book of Ice Cream, de Joanna Farrow y Sara Lewis.  Esta vez tocó la del helado de café.  Debo confesar que nunca fui amante del sabor, pero después de vieja me ha entrado una nostalgia tremenda por los helados Efe venezolanos, en especial por el de café, así que apenas vi la receta decidí meterle mano.

Es fundamental que usen un buen café.  Nada de instantáneos, esencias o cosas raras.  Si quieren aumentar la intensidad del sabor, por ejemplo, les recomiendo que no aumenten la cantidad de líquido para que el helado siga quedando cremoso.  La receta original pide una taza completa de espresso (café negro), pero yo lo reduje a 3/4 de un café bien concentrado.

Aquí les va, entonces, mi versión, en honor a mi abuelo y a mi hermano, que no tienen sangre en las venas sino café…

INGREDIENTES
1 litro, aproximadamente
3/4 taza de café tipo espresso, preparado y enfriado (tratar de hacer un café bien oscuro)
4 yemas de huevo
6-8 cucharadas de azúcar extrafina (caster)
1 cucharadita de maicena / fécula de maíz
1 1/4 tazas de leche (puede ser descremada)
3/4 taza (300 ml) crema de leche (para batir)
  • Preparar el café en cafetera de espresso (o media, o cafetera eléctrica, lo que usen).  Les recomiendo hacer 3/4 de taza de agua con la cantidad de café molido que normalmente utilizarían para una taza completa, de modo que el café quede bien oscuro y concentrado. Dejar enfriar y luego meter en la nevera.
    • Obviamente, estoy hablando en términos venezolanos (y creo que cualquier gastrolector colombiano o centroamericano tendría el mismo estándar).  Para los que no vienen de una cultura cafetera y están acostumbrados a un café muy diluido, piérdanle el miedo y hagan un buen café-brea.
    • No usen café instantáneo para esta receta.  Dudo que el sabor sea lo suficientemente intenso como para que el helado quede bien gustoso.
    • En el libro sugieren usar 90 g / 6 cucharadas de café molido.  Yo lo hice al ojo, calculando según mi propia cafetera.
  • Batir las yemas junto con el azúcar y la maicena hasta que se forme una pasta esponjosa y cremosa (de color más bien pálido), asegurándose de que el azúcar se disuelva.
    • La cantidad de azúcar depende de lo fuerte que quieran el sabor del helado: si les gusta que resalte el amargo del café, 6 cucharadas son suficientes.  Para un helado un poco más dulce, pueden aumentar a 8 cucharadas, pero les recomiendo que no se pasen con el azúcar.  Toda la gracia de este helado es el contraste amargo-dulce.  El azúcar no debería opacar el sabor del café.
  • En una olla mediana de fondo grueso (y que no pegue), calentar la leche hasta llevarla a un hervor suave.  Es preferible hacerlo a fuego bastante bajo aunque se tarde un montón, de manera de no quemar la leche.
  • Una vez que rompa a hervir, remover del fuego y echarle la mezcla de huevo y azúcar, revolviendo constantemente hasta que todo se combine bien.  Devolver al fuego y cocinar, sin dejar de revolver, hasta que espese.
  • Retirar del fuego, dejar enfriar un poco, pasar a un recipiente limpio y meter en la nevera hasta que se enfríe por completo.
  • Una vez que el café y la natilla estén fríos, batir la crema de leche con una batidora eléctrica hasta formar picos suaves.
  • Mezclar la natilla con el café, combinando bien, y luego agregarle la crema batida con movimientos envolventes, SIN BATIR, hasta que todo se combine bien.
  • Dos métodos para terminar el helado:
    • Con máquina: pasar todo al recipiente de la heladera eléctrica y seguir las instrucciones de la máquina.  En el caso de la Cuisinart, creo que son necesarios los 60 minutos completos, y además, vale la pena meterlo en el freezer un rato para que se ponga firme (sin que llegue a cristalizar) antes de servir.
    • Sin máquina: pasar todo a un recipiente que se pueda meter en el congelador y poner en el freezer por una hora.  Pasado este tiempo, sacar y batir vigorosamente (puede ser con un batidor de alambre, con un tenedor, o con la batidora eléctrica).  Esto sirve para romper los cristales de hielo que se van formando, de modo que quede un helado cremoso.  Repetir esto unas 2 ó 3 veces más, cada hora.  Si quieren un helado completamente firme, simplemente dejarlo tranquilo en el freezer hasta servir.
  • Servir con unos granos de café cubiertos de chocolate. 

VENECIANO DE GELATINA

La foto no le hace justicia a lo lindo que se ve este postre en vivo. Lo preparamos para la piñata de los niños, y a grandes y chiquitos les gustó un montón. El único fastidio es que se ensucia una tonelada de moldes, pero vale la pena.

No sé cuál es el verdadero nombre del postre. Mi mamá, como buena arquitecta, lo bautizó «veneciano», en honor a esos pisos de granito que combinan piedras de diferentes colores, tipo un mosaico desordenado.

INGREDIENTES
Para 10-12 personas

3 ó 4 paquetes de gelatinas de varios colores / sabores
1 paquete de gelatina transparente
1 lata de leche condensada
  • Preparar medio paquete de cada una de las gelatinas de colores que se vayan a usar siguiendo las instrucciones, pero reduciendo un poco la cantidad de agua para que las gelatinas queden más duras. Poner cada color en un molde distinto y refrigerar hasta que estén completamente firmes.
    • En la foto pueden ver un festival de sabores: había gelatina de uva, naranja, manzana, fresa y piña. ¡Demasiado! La próxima vez eliminaremos la uva, por ejemplo, que es bastante fuerte y opaca el sabor del resto (y tal vez la de manzana, porque a Hugo no le gusta). La idea es que haya de colores contrastantes.
  • Una vez que estén todas listas y enfriadas, preparar la gelatina transparente (el paquete completo), sustituyendo parte del agua por la leche condensada; es decir, si las instrucciones piden, por ejemplo, que se disuelva la gelatina en dos tazas de agua caliente, hay que disolverla en una sola taza, y luego agregarle la leche condensada y mezclar bien. Dejar enfriando un poco en la olla.
  • Mientras se enfría la gelatina transparente/blanca, sacar las otras de la nevera y cortarlas en cubitos (el tamaño es a gusto personal). Poner los cubitos en el molde de servir (tiene que ser grande, y mucho mejor si es transparente), distribuyendo bien los colores.
  • Comprobar que la gelatina blanca no esté demasiado caliente, de modo que no deshaga los cubos de colores, y verterla en el molde de servir. Darle unos golpecitos al molde para que se asiente toda la gelatina y no queden burbujas de aire. Refrigerar hasta que se asiente y se vaya a servir.
  • Otra alternativa es hacer la gelatina por capas, en lugar de los mosaicos.  Simplemente hay que hacer cada color a la vez, esperando que se asiente bien (1-2 horas en la nevera) antes de poner el siguiente color.  La gelatina blanca (la que tiene leche condensada) es un éxito y siempre llama la atención.  Se ve muy bonita, como pueden ver arriba (aunque justo en este pedazo se ve un pequeño «accidente»: por impaciente, eché la gelatina blanca antes de que la de naranja estuviera bien asentada, y en algunos puntos se mezclaron un poco). 

    PLÁTANO CON MIEL Y CANELA

    El plátano (plátano macho, plantain, no confundir con la banana) es alimento fundamental en la dieta del venezolano (y del caribeño en general).  No mentiría si dijera que un venezolano promedio lo come (en alguna de sus variantes) al menos una vez al día.  Para los exiliados, la cosa se complica un poco pero, afortunadamente, donde haya chinos seguro hay plátano.  Es una ley de la globalización…  Así es como uno de mis rincones favoritos en Dublín es un mercado asiático que queda en el centro.  Entre vegetales retorcidos, raíces de jengibre y galanga, con cartelitos incomprensibles en mandarín, siempre hay yuca y plátano.  Los traen verdes e, invariablemente, hay que esperar semanas para que se maduren (si es que llegan a madurarse), así que las pocas veces que compramos hay que tratarlos con cariño.

     

    Esta receta es facilísima.  La he etiquetado como «postre», pero en realidad se puede comer también como acompañante, dependiendo de la cantidad de azúcar que le pongan (a pesar del nombre, no lleva miel sino un melado o sirope).  Espero que la disfruten.

    INGREDIENTES
    Para 4 personas
    2 plátanos maduros grandes
    2 cucharadas de mantequilla
    1/2 taza de agua
    4 cucharadas de azúcar morena (o papelón / piloncillo / chancaca / panela rallad@)
    Una pizca de canela en polvo
    Un clavito de olor (opcional)
    • Pelar los plátanos y cortarlos en rodajas gruesas (de unos 2,5 cm).  Los plátanos deberían estar maduros, pero no aguados, de manera que retengan su forma después de cocidos.
    • Poner a derretir la mantequilla en una ollita (o sartén con tapa) a fuego medio-alto.  Cuando ya esté bien caliente,  echar el plátano y freír hasta que esté dorado.
    • Bajar el fuego un poco, agregar el agua, el azúcar y la canela.  Revolver bien y tapar.  Cocer por 3-4 minutos (hasta que el plátano se ablande por completo, sin llegar a hacerse puré).  Destapar y dejar mermar el agua hasta que espese y se forme una miel.
      • Como todos los postres venezolanos, el azúcar se podría sustituir por papelón / piloncillo / chancaca / molasses, previamente rallad@. Les recomiendo diluir el papelón en el agua antes de echarlo al plátano. Si quieren saber más sobre el papelón, leer aquí.
      • Mientras más maduro esté el plátano, más dulce, así que pueden ajustar la cantidad de azúcar.
      • Si les gusta el sabor del clavo, echen uno junto con el líquido.
    • Servir tibio.

    HELADO DE VERY BERRIES

    Aquí les paso un heladito bastante sencillo y bajo en grasa (bueno, también les doy mi versión no tan dietética).  La receta está basada en una de Best-Ever Book of Ice Cream, de Joanna Farrow y Sara Lewis.  Como siempre, les pongo dos métodos para hacerlo (con o sin máquina).  Ahora que está llegando el verano (para los que vivimos en el piso de arriba), se puede hacer con bayas frescas, aunque debo confesar que yo prefiero prepararlo con un paquete de las congeladas (se ahorra tiempo lavando y seleccionando).

    INGREDIENTES

    Para 6 personas, un poco más de 1 litro
    3/4 taza (175 g) de azúcar (mejor si es extrafina / caster
    2/3 taza (150 ml) de agua
    500 g bayas variadas, congeladas o frescas
    500 ml  de yogur griego (o fromage frais / maquée) (ó 300 ml de yogur y 200 ml de crema de leche para batir)
    • En una ollita a fuego medio, poner el azúcar y el agua.  Llevar a un hervor, mientras se revuelve hasta diluir el azúcar.  Dejar enfriar. Hacer este sirope ayuda a que el azúcar se mezcle bien con el resto de los ingredientes y luego no se cristalice.
    • Licuar las bayas en un procesador. 
      • Si no les molestan las semillas, pueden usar esta mezcla tal cual, pero si quieren un helado más sedoso, hay que colarla, apretando con la parte de atrás de una cuchara.
      • Si usan bayas congeladas (y si no van a colar la pulpa después) no hace falta descongelarlas; de hecho, así se hace más rápido el helado.  Si prefieren la versión colada, hay que dejar que las frutas se descongelen por completo, para luego licuar y colar.
    • Mezclar la fruta con el sirope y dejar enfriar por completo.
    • Agregar el yogur o fromage frais y mezclar bien.
      • Mi preferencia personal es usar yogur griego porque es súper cremoso y me gusta el sabor agrio que tiene, pero por supuesto se puede usar cualquier tipo de yogur (simple, no endulzado).  La receta original pide fromage frais.
      • Para un helado más cremoso, les ofrezco esta alternativa menos light: utilizar sólo 300 ml de yogur, y 200 ml de crema de leche: seguir los pasos de arriba sin cambiar nada; una vez que el yogur esté incorporado, batir la crema hasta formar picos suaves, y mezclar al resto de los ingredientes con movimientos envolventes (sin batir, de modo que no pierda el aire atrapado).
    • Para terminar:
      • Si tienen máquina de helados, verter todo en el recipiente y seguir las instrucciones de la máquina.  Unos 50-55 minutos suelen ser suficientes en la mía, que es Cuisinart.
      • Si usan el método tradicional, poner la mezcla en el recipiente donde la vayan a congelar y meter al freezer / congelador.  Pasada una hora, sacar y revolver vigorosamente para deshacer los cristales de hielo que se hayan formado.  Repetir esto varias veces más (yo diría que cada hora, por unas 4 horas), para que el helado quede cremoso.  Si no lo revuelven, queda un helado firme.

          MOUSSE DE PARCHITA / MARACUYÁ

          Un síntoma claro de la vejez es que a uno le empiecen a gustar postres tipo el/la mousse.  Tal vez estoy equivocada, pero tengo la impresión de que cuando uno comienza a apreciar lo ligero de un plato o la sutileza de los sabores, en lugar de valorar la cantidad industrial de chocolate, o crema, o caramelo que lleva (y que nuestro sistema es capaz de digerir), entonces está claro que la inocencia dulcera de la niñez se ha perdido.  ¿O ustedes conocen a algún niño de 7 años que prefiera un mousse a un brownie?

          Otras versiones más sanas utilizan sólo claras de huevo y maicena, en lugar de yemas y crema de leche (pronto haré la prueba a ver cuál de las dos me convence más).  Por ahora, aquí les copio esta receta tomada de Cooking desserts (Murdoch Books).  En este caso, el mousse es de parchita (así le decimos en Venezuela al maracuyá o passion fruit), pero creo que se puede hacer con cualquier otra fruta (limón, naranja, toronja / pomelo / grapefruit, kiwi, granada, arándano rojo, mango, patilla / sandía, etc.).  Mi mamá hace uno famoso de guayaba, por ejemplo.  Si hacen la prueba con otra fruta, cuenten qué tal.

          INGREDIENTES
          Para 8-10 porciones
          4 huevos (a temperatura ambiente), separados
          3/4 taza (175 g) de azúcar extrafina (más o menos, dependiendo del dulzor/acidez de la fruta)
          3/4 taza (185 ml) de jugo de parchita / maracuyá (colado)
          2 cucharadas de gelatina (sin sabor), en polvo
          1/4 taza (60 ml) de agua caliente
          300 ml de crema de leche (para batir)
          • Poner las yemas de los huevos junto con el azúcar en un recipiente resistente al calor (un pyrex redondo, por ejemplo), y con batidor eléctrico, batir hasta que el azúcar se disuelva y la mezcla se ponga pálida y cremosa.
            • Sobre el huevo: es mucho más fácil separar los huevos cuando están fríos, pero las claras levantan más rápido y mejor cuando están a temperatura ambiente.
            • Para este tipo de postres es mejor usar azúcar extrafina (caster), pero si no tienen, no pasa nada.  Tal vez valga la pena batir a velocidad más baja por un poco más de tiempo, para darle chance al azúcar de que se disuelva por completo.
          • Agregar el jugo de parchita / maracuyá y mezclar bien.
            • Esta explicación tal vez resulte obvia para muchos, pero para los lectores que no están familiarizados con esta fruta, aquí va cómo comprarlas y cómo sacarles el jugo (y aquí hay unas fotos, para que vean las diferencias):  para empezar hay varios tipos de parchita, pero las más comunes son las moradas, más pequeñas; y las amarillas, un poco más grandes.  Tengo la impresión de que las amarillas son más ácidas (ésa es la variedad más común en Venezuela).  La madurez de la parchita se mide por lo arrugada que tenga la piel (mientras más arrugada, más dulce va a estar).  Para sacarles la pulpa, basta con partirlas por la mitad y vaciarlas con una cuchara.  Las semillas van a estar recubiertas de una pulpa gelatinosa.  Para extraer el jugo, pueden ponerlas en un bol y darles con la parte de atrás de la cuchara por un buen rato, luego pasarlas a un colador fino y seguir dándoles hasta que ya queden las semillas prácticamente peladas.  Otra alternativa es ponerlas en una licuadora, licuar a velocidad baja y colar el jugo en un colador finísimo (esta es la opción más fácil, pero siempre van a quedar punticos negros; si eso no les molesta, a la licuadora entonces).
            • Poner el pyrex sobre una olla con agua hirviendo (a fuego medio-bajo), cuidando de que el bol no toque el agua. Revolver por 6-8 minutos, hasta que la mezcla esté lo suficientemente densa como para cubrir la parte de atrás de una cuchara de palo.
            • Disolver la gelatina en el agua caliente y verterla en la mezcla de parchita, mezclando bien.  Remover del fuego y dejar enfriar por completo. 
              • Este paso hay que hacerlo justo antes de incorporar la gelatina a la mezcla, porque en lo que el líquido de la gelatina se enfría, ésta se comienza a solidificar.
            • Batir la crema de leche hasta que se formen picos suaves.  
            • En otro recipiente, batir las claras hasta que también formen picos suaves.  
            • Suavemente incorporar la crema y las claras batidas a la mezcla de parchita (ya enfriada).
            • Verter en moldecitos individuales (de 125 ml o 1/2 taza, aproximadamente), previamente humedecidos con agua fría, y refrigerar por unas 4 horas, hasta que el mousse esté bien asentado.  Les recomiendo que se aseguren de que no queden huecos y burbujas cuando llenen los moldes.  No se puede darles golpes para asentarlos, porque se pierde el aire que han atrapado la crema y las claras, pero sí se puede verter la mezcla poco a poco, tratando de llenar todos los espacios, de modo que el mousse quede compacto, pero ligero.
            • Para desmoldar, sumergir la base de los moldecitos en agua caliente por unos 30-40 segundos, pasar por el borde un cuchillo mojado también con agua caliente, voltear y dar golpecitos.  Desmoldar en platos individuales, humedecidos con agua fría para que el mousse pueda rodar fácilmente hasta el centro.

             

            MOUSSE DE MANGO, o variaciones sobre un mismo tema
             
            En lugar de usar parchita / maracuyá, en esta ocasión usé un mango bien maduro que tenía a mano.  Pelé y corté el mango en cuadritos, lo puse en una ollita con 2-3 cucharadas de agua y lo cociné hasta que se pusiera muy tierno, luego lo licué bien y lo pasé por un colador para eliminar las fibras (para que el mousse quedara muy suave).  El resto se hace igual que como se indica arriba, sustituyendo el jugo de parchita por la compota de mango (ya enfriada).  No medí exactamente cuánto mango usé, pero calculo que ha debido ser una taza, aproximadamente.  Y esta vez me ahorré el dolor de cabeza de la desmoldada.  Los serví tal como ven arriba, coronados con pacanas caramelizadas.

              ACEMAS (o pan dulce venezolano)

              En estos días estaba hablando por teléfono con mi abuela y me contó que mi tío le había llevado unas acemas del Estado Lara.  Las acemas son unos panes dulces típicos del occidente venezolano.  El olor es algo que me transporta a viajes de infancia.  Ahora que soy mamá, ocho o diez horas montados en un carro con dos niños pequeños me parece una locura, pero pensándolo desde la otra perspectiva, no puedo recordar un solo trayecto aburrido (¡y conste que viajábamos un montón!). Creo que en esos viajes aprendíamos todo lo que no nos enseñaban en el colegio: mi papá se trasformaba en geógrafo y geólogo, historiador, biólogo y guía turístico.  Había una intención consciente de enseñarnos a ver (y apreciar) lo que estábamos recorriendo.  Parte del aprendizaje era, por supuesto, a través del paladar.  Cada viaje (o mejor dicho, cada paraje) tenía su menú particular.  Si íbamos a las playas de Falcón, en la vía comprábamos panelas de San Joaquín.  Si íbamos a las playas del Oriente o Margarita, las cachapas de Guapo, las pomarrosas, los quesos de la Medianía eran paradas obligadas.  Si íbamos a Guárico, había que comprar jalea de mango de San Casimiro.  Ir a Guarico (sin acento) o a Boconó implicaba, entre muchas otras cosas, ir comiendo acemas hasta que llegáramos a casa de la familia.

              Tratando de recordar esos sabores (ya lejanísimos), aquí les paso mi versión de las acemitas (tocuyanas, boconesas, quién sabe…).  Es 100% experimental, así que recibo con gusto críticas y sugerencias.  Apenas estoy aprendiendo a hacer panes, y las proporciones que pongo aquí tratan de  seguir el porcentaje de panadero (la fórmula que se usa, con variaciones, para hacer pan).  La acema suele tener una miga compacta, un poco más pesada y a veces más parecida a una torta (pastel) que a un pan común (eso es lo que hace el huevo, por ejemplo).  Las pocas recetas que están publicadas online (e incluso la definición según el DRAE: «1. f. Ven. Pan dulce en forma de disco elaborado con harina de trigo y bicarbonato sódico y condimentado con anís y papelón») sugieren que se haga con bicarbonato.  En mi receta sólo uso levadura en polvo (de acción rápida).  No le veo mucho sentido a usar dos agentes leudantes, pero como les digo, soy principiante en esto del arte de la panadería.  La próxima vez que las haga, les voy a poner un poquito a ver si hace diferencia (ya les reportaré qué tal).

              En cuanto al sabor, lamento informarles a los detractores del anís que ésta es justamente la especia que le da ese gusto particular a las acemas.  Incluyo en mi receta canela y nuez moscada, pero he visto que a veces no las ponen, o incluyen clavos de olor y guayabita (pimienta de Jamaica, allspice) también.  Todo esto es modificable, por supuesto.  En cuanto al formato, las acemas larenses suelen hacerse en forma de rosca, como en esta foto, pero no hay reglas al respecto.  Con las cantidades de abajo, salen dos discos medianos y dos barras pequeñas (con molde). 

              Hacer pan (sean acemas, o cualquier otro tipo) es un proceso largo. Hay que tener tiempo y paciencia.  Si al primer intento no sale como uno tenía en mente, no hay que desanimarse.  De todos modos, el pan va a saber mucho más rico porque lo hizo uno mismo.  Sin más preámbulos…

              INGREDIENTES
              Para 3 acemas medianas
              1 1/2 -2 tazas (375-500 ml) de melado de papelón (ver nota abajo; se necesitan aprox. 280 g de papelón / panela / piloncillo / chancaca / molasses…)
              1/2 taza (125 ml) de leche tibia
              3 cucharadas de azúcar blanca
              1 sobre de levadura en polvo (7-10 g, un poco menos de 1 cucharada)
              1 kg harina de trigo todo uso (mejor si usan 750 g de harina blanca, y 250 g de harina integral), y un poco más para enharinar la superficie de trabajo
              1/2 cucharada de anís en polvo
              1 1/2-2 cucharaditas de canela en polvo
              1 1/2-2 cucharaditas de nuez moscada en polvo
              Clavo en polvo y guayabita, al gusto (opcional)
              2 cucharada de mantequilla derretida, +1 cucharada para barnizar
              2 huevos, ligeramente batidos
              • Empezar haciendo el melado de papelón: poner tres tazas de agua en una ollita y llevar a un hervor, echar el papelón rallado (o cortado en pedazos pequeños, de modo que se disuelva más rápido).  Revolver hasta que ya no queden trozos y dejar mermar a fuego medio-bajo hasta que queden unas dos tazas.  El melado no va a espesar demasiado, pero sí van a notar que tampoco queda líquido como agua.  Colar (porque a veces trae impurezas) y dejar enfriar un poco. 
              • Mientras se reduce el melado, ir activando la levadura: calentar la leche en un recipiente hondo (puede ser en el microondas, pero no calentar demasiado porque el exceso de calor mata la levadura), disolver las tres cucharadas de azúcar y echar la levadura, revolviendo un poco.  Dejar reposar por unos diez minutos.  Pasado este tiempo, debería haberse formado espuma sobre el líquido (tipo espuma de cerveza).  Si el líquido no crece ni forma espuma, eso quiere decir que la levadura estaba vieja y no funciona.
              • En un recipiente grande y hondo, poner el kilo de harina y mezclar bien con las especias que se vayan a usar.
                • Sobre el anís: en Venezuela usamos anís estrellado, no anís anís.  Yo suelo molerlo justo antes de usarlo, de modo que esté lo más fresco posible y así tenga un sabor fuerte.  Si ya lo compran en polvo, tal vez haya que ponerle una pizca extra.
              • Verter los líquidos (la leche con levadura + taza y media de melado de papelón enfriado) en la harina y, usando una cuchara de palo o una mano firme, revolver vigorosamente.  Incluir la mantequilla y los huevos batidos y seguir mezclando hasta que se forme una masa pegajosa.    
                • Si usan harina integral, es probable que necesiten un poco más de líquido (melado de papelón).  La masa tiene que estar pegajosa inicialmente.  Si no han empezado a amasar y notan que está seca, que todavía hay harina que no se ha humedecido, entonces hay que ponerle más papelón.
              • Una vez que esté todo incorporado, volcar el recipiente sobre el mesón enharinado (un kilo de harina es bastante manejable, pero sí se necesita espacio para trabajar la masa, así que les recomiendo que desocupen el mesón antes de empezar a cocinar).  Supongo que cada quien tiene su método de amasado, pero para los que nunca han hecho pan: tratar de formar una bola con toda la masa y con el talón de la palma de la mano estirarla como alejándola de uno y recogerla nuevamente con la punta de los dedos, girarla unos 90º y repetir la estirada, recogida y giro por unos 10 minutos.  En un principio, la masa se va a pegar de todas partes, pero a medida que sigan amasando, la masa se va a poner elástica y sedosa.  
                • De igual modo, si después de unos 5 minutos amasando todo es un pegoste y nada agarra forma, entonces hay que ir echando un harina poco a poco.  Por el contrario, si sienten que la masa está muy dura, entonces hay que ponerle un poco más de líquido.  La amasada debería tomarles unos 10 minutos.
              • Una vez que sientan que la masa está elástica, formar una bola, tratando de que haya tensión en toda la superficie (esto se logra «halando» la superficie de la masa hacia el mesón, como si estuvieran tendiendo una cama y metiendo la sábana bajo el colchón -una metáfora un poco triste, pero que ilustra el punto).
              [Aquí pueden ver la masa hecha sólo con harina blanca,
              y no tan bien redondeada…]
              • Engrasar ligeramente una bandeja grande o el mismo recipiente (lavado) donde mezclaron la harina con el líquido (puede ser con un chorrito de aceite de maíz o girasol, o con mantequilla), poner la bola de masa con cuidado, y cubrirla con una capita de aceite para que no se reseque.  Dejarla reposar en un ambiente tibio (no tiene que ser sobre una calefacción o dentro de un clóset; basta con dejarla en la misma cocina), cubierta con una bolsa plástica grande.  La masa tiene que duplicar su tamaño, y esto puede demorar hasta 2 horas.  ¡Sean pacientes!
                [Aquí pueden ver la masa creciendo.  
                Es más oscura porque ésta tiene harina integral]
                • Cuando la masa haya duplicado su tamaño, ponerla de nuevo en la superficie de trabajo enharinada y sacarle el aire con la punta de los dedos o los nudillos hasta que vuelva (más o menos) a su tamaño original.  No hace falta darle golpes.
                • Dividir masa en la cantidad de panes que se quieran hacer (con esta cantidad, como dije más arriba, salen 3 panes redondos medianos).  Formar otra vez bolas, con la misma técnica de la tendida de cama.  Dejar reposar, cubiertas, unos 10-15 minutos.
                • Moldear las acemas en el formato de su preferencia (pan redondo, barra de pan con o sin molde, o si se arriesgan, tipo rosca), siempre cuidando que haya tensión en toda la superficie (esto no es necedad, sino que ayuda a que el pan conserve su forma y luego se cocine parejo, sin colapsar).  Poner las acemas en tablas de madera generosamente enharinadas (las podrían poner directamente en las bandejas donde las van a hornear, pero es mejor que estas bandejas ya estén precalentadas a la hora de la cocción; lo dejo a su criterio).  Abajo pueden ver acemas en barras pequeñas, en bollitos y mi último experimento: una trenza.
                 
                • Para que las acemas tengan ese color caramelo oscuro que las caracteriza, hay que barnizarlas con algo que contenga azúcar.  Si les sobró melado de papelón, mezclar un poco (tal vez 1/4 de taza) junto con la cucharada extra de mantequilla derretida, y, usando una brocha, cubrir bien toda la superficie de los panes.  Si no les sobró papelón, se puede hacer una mezcla de yema de huevo con azúcar (mejor si es morena). Abajo pueden ver la masa ya barnizada.  Noten el brillo que tiene:
                • Cubrir los panes con la bolsa plástica y dejar crecer nuevamente (sí, ya sé, esto pone a prueba la paciencia de cualquiera…).  Los panes tienen que duplicar (o casi duplicar) su tamaño nuevamente.  Esto puede tardar sólo 20 minutos, o hasta 2 horas, dependiendo de la voracidad de la levadura.
                • Pasado este tiempo, si notan que el pan está un poco seco, barnicen otra vez (seguro les sobra de la vez anterior).
                • Ir precalentando el horno (con las bandejas incluidas) a 220º C /430º F (sí, súper caliente).
                • Tradicionalmente, las acemas no tienen ningún corte en su superficie (como se ven en los panes redondos, campesinos o canillas / baguettes).  Pensando que tal vez esto se debía a alguna propiedad de los ingredientes, yo no hice ningún corte, pero como pueden ver en la foto de abajo, el pan creció mucho en el horno y la tensión fue demasiada, así que se abrió espantosamente.  No sé por qué pasa esto: tal vez porque no dejé crecer la masa lo suficiente la segunda vez, o porque la temperatura del horno estaba demasiado fuerte.  La cosa es que estos cortes que uno ve en los panes de panadería no son por cuestiones estéticas, sino porque ayudan a que el pan se expanda bien en su última crecida dentro del horno.  Aunque no se vean como las acemitas originales, les recomiendo agarrar un cuchillo bien afilado y hacer uno o dos cortes diagonales de 1 cm de profundidad.  Tengan cuidado de no aplastar el pan al  cortar (para que no se pierda todo el trabajo de la última crecida).
                • Ahora viene el trabajo difícil, que es pasar los panes a las bandejas.  Sacarlas del horno con cuidado de no quemarse (y tratando de que no se escape demasiado calor) y pasar las acemas con una paleta ancha (si tienen), tratando de no deformar o aplastar los panes.  
                • Hornear a 220º C / 430º F durante los primeros diez minutos, y luego reducir la temperatura a 200º C / 390º F si la concha está muy pálida, 180º C / 350º F si está dorada ó 165º C / 330º F si notan que se está dorando muy rápido (como el barniz lleva azúcar, es bastante probable se dore rápido).  Hornear por 20-30 minutos más (para panes medianos; 30-40 minutos en total) o 30-40 minutos más (para panes grandes; 40-50 minutos en total).  Para saber si el pan está listo, debería sonar hueco si se le dan unos golpecitos en la base.  Es preferible que se hornee por más tiempo a que quede crudo por dentro.
                • Al sacar del horno, dejar enfriar por completo sobre una rejilla, de modo que les entre aire por debajo también.  Dejar enfriar por completo antes de cortar, para que no se desmorone. 
                  • Un truco para que la concha quede más suave es envolver los panes en un pañito de cocina mientras se enfrían.  Esto sirve no sólo para las acemas, sino para cualquier tipo de pan.
                  • Para darles un brillo extra, se pueden volver a barnizar con papelón apenas se saquen del horno.
                • Disfrutar con un buen café con leche.

                La mayoría de los tips sobre cómo hacer pan los saqué de Breadcetera, The Fresh Loaf y River Cotage Handbook No. 3 – Bread, de David Stevens.

                TORTA/PASTEL DE ZANAHORIA

                Cuando era pequeña nada me parecía más aberrante que una torta (pastel) de zanahoria.  El razonamiento era el siguiente: postre es postre y verdura es verdura.  Si hay que engordar comiendo torta, que sea de chocolate.  Eso de zanahoria en una torta es hipocresía y mediocridad.  Pero pasa el tiempo y esos pensamientos radicales pierden filo.  O será que uno quiere creer de verdad que si la torta tiene zanahoria, engorda menos.  Qué sé yo…  El punto es que después de resistirme por muchos años, por fin le agarré el gusto a este postre, y aquí les paso mi propia receta, inspirada un poco en la que hace la abuelita de Hugo y en la de mi amiga mexicana Ale.

                INGREDIENTES
                Un loaf o una torta pequeña
                1/3 taza (85 g) mantequilla derretida
                1/2 taza (85 g) azúcar morena
                1/3 taza (85 g) azúcar blanca
                2 huevos medianos
                Chorrito de vainilla, al gusto
                1 1/2 tazas (200 g) de harina leudante
                1/4 taza (65ml) leche o yogur (mejor si es griego)
                1 1/2-2 tazas (sin presionar) de zanahoria rallada finamente, 2 zanahorias medianas
                1/2 taza (50 g) nueces picadas
                Pasas, 1/3 de taza (opcional)
                Ralladura de naranja (opcional)
                Canela, una pizca (opcional)
                Glaseado
                1 taza de nevazúcar / azúcar impalpable / azúcar glas
                1/2 paquete (125 g) de queso crema
                2 cucharaditas mantequilla, suavizada
                Unas goticas de vainilla
                • Engrasar ligeramente un molde rectangular, tipo para pan (23x13x7 cm / 9x5x3″) y precalentar el horno a 180º C / 350º F.
                • Con una batidora eléctrica, batir en un recipiente grande la mantequilla derretida, el azúcar morena y blanca, los huevos y la vainilla hasta que la mezcla esté densa y cremosa. 
                  • Sobre la cantidad de azúcar: si las zanahorias que usan están bien dulces, se podría reducir un poco la cantidad de azúcar que lleva la receta, en especial si van a hacer el glaseado también.  Pero si las zanahorias están un poco insípidas, mejor usar las cantidades de arriba.
                  • Si les gusta el toque ácido de la ralladura de naranja, éste es el momento para incluirla.
                • Cernir la harina sobre la mezcla y batir a velocidad media hasta que todo se incorpore.
                  • Si les gusta el sabor de la canela, incluir una pizca ahora, junto con la harina.
                • Dependiendo del tamaño de los huevos, la masa va a estar más o menos dura.  Echar la leche o el yogur y mezclar bien.  Si sienten que la masa sigue muy dura, se puede poner un poquito más de líquido (pero recuerden que igual la zanahoria también le da humedad).  La consistencia de la masa debe ser densa, pero que caiga de la cuchara (dropping consistency).
                  • A mí me gusta mucho hacer postres usando yogur griego.  Siento que el yogur le da una humedad especial a las tortas.
                • Incorporar la zanahoria rallada y las nueces.  Mezclar bien.
                  • Sobre la zanahoria: queda mejor si está rallada finamente.  Al medir las tazas, no presionar.  La cantidad no tiene que ser exacta (taza y media o dos, como gusten).
                  • Sobre las nueces: se pueden eliminar, por supuesto, pero sería una lástima.  Los pedazos (no demasiado pequeños) le dan otra dimensión a la textura de la torta.
                  • Si son amantes de las pasas, poner un puñado ahora. 
                  • Verter la mezcla en el molde engrasado y hornear en el medio del horno por 40 minutos (o hasta que, al insertar un palillo en el centro de la torta, éste salga seco).  Dejar enfriar un poco antes de desmoldar.  Luego dejar enfriar por completo en una rejilla.
                    • Mientras tanto, para hacer el glaseado: mezclar la nevazúcar / azúcar impalpable, mantequilla previamente suavizada (puede ser con un tenedor), queso crema y vainilla.  Batir bien.
                    • Les recomiendo esperar a que la torta esté completamente fría para poner el glaseado, a menos que les guste que se derrita un poco.  Si quieren un glaseado más firme (menos aguado), aumentar la cantidad de azúcar impalpable.  
                    • Si no se la comen de una sentada, guardar la torta en un recipiente hermético en la nevera.
                    • Si quieren hacer una torta grande, obviamente se puede duplicar la cantidad de los ingredientes.

                    ALFAJORES MERCOSUR

                    ¡Atención a los lectores argentinos, a los puristas y a los adictos a los Havanna! Esta es una versión no ortodoxa, libre y globalizada de los alfajores. Aunque en el Sur se jacten de ser los creadores indiscutibles, todos sabemos que donde haya vacas, azúcar y fuego, hay dulce de leche, en una de sus tantas variantes. En Wikipedia hacen una lista completa de los distintos nombres. En Venezuela, por ejemplo, le decimos también arequipe, al igual que en Colombia. En México se hace con leche de cabra y se le llama cajeta (o cajeta de leche, en Nicaragua). Confiture de lait, en francés; doce de leite, en portugués; manjar, manjar blanco o manjarblanco en Chile, Ecuador, Perú, Bolivia, Ecuador y Panamá; dulce de leche en el resto de los países hispanohablantes. Y el nombre más divertido de todos: fanguito, en Cuba.

                    El dulce de leche es de esas cosas que a uno nunca se le ocurre preparar en casa. Sin embargo, en los 90s cuando vivía en una especie de comuna hippie en el norte de Italia, descubrí que la distancia y la necesidad sacan al chef que uno lleva dentro. Mi querida amiga Checha Sur, argentina de pura cepa, llevó consigo el secreto. Por suerte, el colegio daba cantidades ilimitadas de leche (oh, bien amado Latte Carso) y azúcar. Por Ceci Sur supe que lo que le da el color caramelo es una pizca de bicarbonato de sodio (que, sospecho, robábamos del laboratorio). Así, cada vez que hacíamos una comilona latina, preparábamos una jarra (¡lo juro!) de dulce de leche.

                    Creo que en la foto de arriba queda documentada la última vez que hice (o jarté) dulce de leche casero. Pasaron muchos, muchos años antes de intentarlo de nuevo, hasta que tropecé con la receta de cajeta mexicana que les copio abajo. Pasaron la misma cantidad de años para encontrarme otra vez con Ceci Sur, pero algunas cosas nunca cambian: la satisfacción de hacer las cosas por uno mismo, lo enviciante de un buen dulce de leche, y el cariño por la gente que divide nuestra historia en un antes y después.

                    El alfajor, por su parte, parece tener orígenes árabes, y en cada país hispanohablante hay alguna versión (con harina de trigo, de yuca, maicena, con almendras, con o sin coco, con o sin chocolate, etc.). La que aquí pongo es una mezcla de recetas: para el relleno, usé la receta de Rick Bayless para la cajeta (tomada de Authentic Mexican), mientras que para las galletas, usé la de Tony Custer (El arte de la cocina peruana). Ya en muchas ocasiones he mencionado que estos son dos de mis libros de cocina favoritos.

                    CAJETA, según Bayless
                    Para 1 1/2 tazas
                    1 litro leche de cabra
                    1 taza azúcar blanca
                    1 cucharada jarabe de maíz (corn syrup si están en EE.UU., golden syrup si están en GB)
                    1 palito de canela
                    1/4 cucharadita de bicarbonato de sodio
                    • En una olla grande y pesada, de al menos 4 litros, combinar la leche, el azúcar, el jarabe de maíz y la canela. Llevar a un hervor suave, revolviendo. Aparte, disolver el bicarbonato en una cucharada de agua, quitar la olla del fuego, y luego incorporar el bicarbonato. Es buena idea tener una cuchara a mano porque va echar burbujas y crecer.
                    • Hay que tener cuidado de no quemar la leche. Lo mejor es usar una olla de fondo grueso, armarse de paciencia y poner la temperatura bajita.
                    • Bayless usa jarabe de maíz (corn syrup), que es un almíbar hecho a base de fécula de maíz. Se usa como edulcorante o agente para espesar en repostería, en especial para hacer nevados, porque no se cristaliza al enfriarse. Es fácil de encontrar en cualquier mercado en EE.UU., pero no se consigue del otro lado del charco. En Inglaterra e Irlanda, lo que se usa bastante es el sirope dorado (golden syrup), que es una melaza más diluida. En Cook’s Thesaurus dicen que se puede sustituir uno por otro. En todo caso, si no consiguen ninguno de los dos, no creo que importe demasiado eliminarlo del todo.
                    • El bicarbonato no se puede eliminar (ni sustituir por polvo de hornear), porque es lo que le da color al dulce. Si no saben qué hacer con un pote entero de bicarbonato (y no son de cocinar muchos postres), pueden guardarlo (sin tapa) en la nevera o en el freezer. Esto ayuda a que la nevera no agarre malos olores.
                    • Regresar la olla al fuego y ajustarla temperatura para que el hervor sea parejo. Revolver de vez en cuando mientras la mezcla se reduce. Cuando las burbujas comiencen a cambiar de pequeñas y chispeantes, a más grandes y vidriosas, entre 25 y 40 minutos, reducir el fuego a medio-bajo. Revolver frecuentemente y con cuidado de ir incorporando todo (Bayless recomienda lavar la cuchara cada vez), hasta que el líquido espese hasta formar un sirope color marrón caramelo, un poco menos denso que el jarabe de maíz o la miel. Este tipo de cosas no se pueden apurar, así que no caigan en la tentación de subir mucho el fuego para que la leche merme rápido, porque van a terminar con un dulce quemado insalvable.
                    • Colar la cajeta en un colador fino y pasar al recipiente donde la vayan a guardar. Dejar enfriar por completo antes de tapar.
                      • Sobre la consistencia: la cajeta tiene que estar bastante líquida mientras esté caliente. Apenas se pone a temperatura ambiente, la consistencia cambia y se solidifica. Si la espesan demasiado, luego queda muy dura. Para saber cuándo dejar de espesar, Bayless dice que la mezcla debe estar lo suficientemente densa como para poder ver el fondo de la olla mientras se revuelve. Otra manera de probar es echar unas goticas de cajeta en un plato y esperar unos segundos. Si sigue líquida, entonces le falta un poco más de fuego; si se endurece rápido, está lista.
                      • Si notan que se les pasó la mano y está demasiado densa, basta con ponerle agua, cucharada por cucharada, e ir ajustando.
                      • En la primera foto pueden ver cómo un dulce de leche de consistencia un poco aguada hace que la galleta se deslice de lado.
                    • Se mantiene por meses si está cubierta y refrigerada.
                    GALLETAS, según Custer
                    Para 30 alfajores grandes (7 cm) o 50 medianos (5 cm)
                    2 1/4 tazas de harina
                    1/2 taza (230 g) de mantequilla (margarina, en la receta original)
                    1 taza (100 g) azúcar impalpable / nevazúcar / azúcar glas

                    • Precalentar el horno a 375º F / 190º C. Enharinar el mesón de trabajo y cernir los ingredientes secos. Hacer un hueco en el centro. Colocar ahí la margarina previamente suavizada y mezclar los ingredientes utilizando la yema de los dedos. Trabajar rápido, sin amasar, y cuando todos los ingredientes se cohesionen, formar una bola (que debería estar «suave y aterciopelada», según Custer).
                      • Confesión: la primera vez que las hice, me quedaron perfectas (suaves, de esas que se derriten en la boca). La segunda vez, hice media receta pero por alguna razón misteriosa, la mantequilla no fue suficiente para cohesionar los ingredientes secos. Se desmoronaba todo apenas hacía la bola. No sé si utilicé demasiada harina, o si no suavicé lo suficiente la mantequilla. La cosa es que tuve la brillante idea de echarle un poco de agua y, sí, la masa tomó forma, pero las galletas quedaron crujientes, no suaves tipo polvorosas. Moraleja: si notan que la masa no pega, NO AGREGARLE AGUA, sino un poco más de mantequilla/margarina.
                    • Cubrir y refrigerar por 30 minutos. Esto es esencial para que luego sea fácil estirar y cortar.
                    • Colocar la masa enfriada sobre el mesón enharinado, y estirar hasta que tenga un grosor de 4 mm (o el grosor que gusten, recordar que estas galletas no crecen). Con un molde para cortar galletas, hacer redondeles de 7 cm de diámetro (si les gustan los alfajores grandes, como en la primera foto), o de 5 cm (como en las siguientes fotos). El tamaño depende del gusto personal. Colocar en un molde engrasado y enharinado y llevar al horno por unos 10-12 minutos, hasta que empiecen a dorar. Cuidar de que no se pongan marrones. Enfriar.
                    • Cuando las galletas estén frías, rellenar con el dulce de leche y espolvorear con azúcar en polvo / nevazúcar. Hay quienes pasan luego el borde de la galleta por coco rallado. Les recomiendo rellenar sólo los alfajores que se vayan a comer al momento, para que la galleta no pierda su textura.
                    ¡Que los disfruten!
                    Ceci Norte

                    HELADO DE CHOCOLATE OSCURO Y PRALINE DE AVELLANAS

                    Después de casi un año con la heladera, puedo decir que por fin encontramos la receta para hacer helados profesionales, al mejor estilo de un gelato italiano. Hicimos, en detrimento de nuestra salud, cualquier cantidad de pruebas con recetas sacadas de todas partes, pero siempre había algo que no terminaba de cuadrar.  El mayor problema que encontramos con los helados hechos sólo a base de crema es que terminan siendo muy grasosos y pesados. Los que llevan una cantidad grande de maicena no tienen una textura cremosa, sino más bien gelatinosa, y los de yogur, aunque deliciosos, no se comparan con un gelato tapa-arterias.

                    Esta gastromaravilla sale de Best-ever book of ice cream, de Joanna Farrow y Sara Lewis (Hermes House). Nos tropezamos por casualidad con este libro en una feria el año pasado, y lo compramos enganchados por las fotos. Les copio los pasos básicos.  Los sabores, por supuesto, pueden variar según el gusto personal, pero creo que lo realmente valioso aquí es el orden en que se combinan los ingredientes y las proporciones. Como todo en la cocina, la clave es usar cosas de buena calidad (una buena crema de leche, un buen chocolate, huevos y/o frutas frescas, etc.). Seguiremos haciendo variaciones y comentando. La receta original no necesita hacerse en una máquina de helados, pero para conseguir la textura sedosa ideal, nada como mi hija favorita, la heladera Cuisinart.

                    INGREDIENTES
                    Para 4-6 personas 
                    4 yemas de huevo
                    1 cucharadita (5 ml) de maicena (fécula de maíz)
                    1 taza (175 g) de azúcar blanca
                    1 1/4 taza (300 ml) leche (puede ser descremada)
                    150 g choco oscuro, en cuadritos
                    1 taza (115) g avellanas (o las nueces de su preferencia)
                    4 cucharadas (60 ml) de agua
                    1 1/4 tazas (300 ml) crema para batir (whipping cream)
                    • En un recipiente mediano, batir las yemas de huevo, la maicena y la mitad del azúcar hasta que la mezcla esté densa y espumosa.
                    • En una olla mediana de fondo grueso, llevar la leche a un hervor (cuidando de no quemarla), y luego echarla a las yemas, revolviendo constantemente (si no se revuelve bastante y rápido, el calor de la leche cocina el huevo).
                    • Pasar el líquido nuevamente a la olla y cocinar a fuego bajo, revolviendo hasta que espese.
                    • Quitar del fuego, agregar el chocolate en cuadritos y revolver hasta que el chocolate derretido se incorpore por completo. Dejar enfriar un poco en la olla y refrigerar en la nevera.

                        • Sobre el chocolate: como yo no soy amante del chocolate negro, usé una combinación de chocolates venezolanos El Rey: una barra de Gran Samán de 70% y Mijao de 61% (160 g en total).  Si van a utilizar un chocolate con más leche (es decir, menor % de cacao), les sugiero reducir la cantidad de azúcar.
                    • Engrasar una bandeja de hornear.  Poner las avellanas (o nueces de preferencia), el resto del azúcar y las  4 cucharadas de agua en un sartén grande y de fondo grueso.  Calentar a fuego bajo, sin revolver, hasta que el azúcar se disuelva.  Aumentar un poco el fuego y cocinar hasta que el sirope se ponga dorado claro.  Rápidamente verter la mezcla en la bandeja engrasada y dejar hasta que el praline se enfríe y se endurezca.
                      • Sobre las avellanas: la receta original no especifica si las avellanas deben estar tostadas o no, pero yo prefiero el sabor más fuerte de la nuez tostada (y no el amargo de la cáscara), así que aquí les copio un método para tostarlas en caso de que las consigan enteras y con la cáscara marrón.  Ya lo había puesto en la receta del helado de gianduia, pero aquí va de nuevo:
                        • Precalentar el horno a 350º F / 180º C, poner las avellanas en una bandeja para hornear, en una sola capa, y cocer por 10-15 minutos, o hasta que se doren ligeramente y le salgan ampollas a la piel. Sacar del horno y envolverlas en un pañito de cocina, dejar sudar por uno o dos minutos. En este punto debería ser fácil quitarles la piel con los dedos.
                     
                    • Una vez que la mezcla de chocolate se enfríe bien, batir la crema hasta que esté densa pero lo suficientemente suave como para que todavía se caiga de una cuchara. Incorporar poco a poco a la mezcla de chocolate, con movimientos envolventes (sin batir).  Si la mezcla de chocolate se ha endurecido demasiado, revolver vigorosamente antes de echarle la crema.
                    • Si tienen heladera, echar toda la mezcla en el recipiente y seguir las instrucciones (para esa cantidad de helado, 45-60 minutos son suficientes).
                    • Si no tienen heladera, congelar por 4 horas, batiendo una vez con un tenedor o batidora eléctrica.
                    • Romper el praline en pedacitos.  Reservar algunos grandes para decorar y picar el resto en trocitos.  Batir el helado una vez más e incorporar el praline.  Congelar hasta que se ponga firme.
                    • Para la heladera, echar el praline los últimos 5-10 minutos.

                    Si se fijan en la primera foto, el praline no me quedó como debería.  El azúcar no se disolvió bien y luego no le di tiempo de que se caramelizara el sirope.  De igual modo, la combinación de chocolate y avellanas es alucinante.