GOLFEADOS

Ya en alguna otra crónica he mencionado a Armando Scannone. Su libro, Mi cocina, es la biblia del ama de casa venezolana. Tiene recetas criollas e internacionales, desde cosas básicas como gelatina, hasta platos casi imposibles de explicar por escrito, como las hallacas. Aquí les va la receta de los famosos golfeados (¿o golfiados?), la versión venezolana de los cinnamon rolls. Para los lectores no venezolanos, los golfeados son unos rollos de pan dulce, rellenos con mantequilla, queso fresco y papelón (chancaca, panela, piloncillo, panocha, rapadura, atado dulce o empanizao, Wikipedia dixit). Los venden en panaderías, pero los mejores -todo caraqueño estará de acuerdo- son los que venden en la carretera hacia El Junquito. ¿Quién los inventó, de dónde salieron, tienen algún equivalente en algún otro país? No importa. Lo seguro es que quien los prueba se queda enganchado. Basada en Scannone, aquí les va mi versión.

INGREDIENTES
20-25 golfeados
1 sobre (7 g) de levadura
1/4 taza de agua tibia
1 taza de leche
1 cucharadita de sal
1/4 taza de azúcar (blanca)
4 1/2 tazas de harina no leudante
2 huevos, ligeramente batidos
3 cucharadas de aceite vegetal (NO de oliva)
+1/2 taza (8 cucharadas) de mantequilla derretida
1 1/2-2 tazas papelón rallado
1 1/2 tazas de queso blanco duro rallado, tipo llanero
Semillas de anís, molidas (al gusto, opcional)
1 cucharada de mantequilla, para engrasar las bandejas
1/2 taza de agua
3/4 taza de papelón
1/2 taza queso blanco duro rallado, tipo llanero (opcional)
  • Mezclar una cucharada del azúcar en el agua tibia y disolver la levadura.  Dejar reposar por unos 10-15 minutos, hasta que se forme espuma y la mezcla crezca un poco.  Si no sale espuma, quiere decir que la levadura estaba mala, o que tal vez el agua estaba demasiado caliente.
  • Mientras tanto, hervir leche con la sal y el azúcar restante, retirar del fuego y dejar reposar en un recipiente grande.
  • Incorporar la harina, los huevos batidos, el aceite y la levadura.  Amasar hasta que ya no se pegue de los dedos (puede ser necesario ir agregando un poco más de harina si la masa se siente muy húmeda, pero hacerlo de cucharada en cucharada, para que no vaya a quedar muy seca).  Una vez que la masa esté elástica y suave, ponerla en un envase grande, ligeramente engrasado, y dejarla reposar por unas dos horas en un lugar tibio, hasta que duplique su tamaño.
  • Una vez pasado este tiempo, enharinar la superficie de trabajo, sacarle el aire a la masa con unos buenos golpes, dividir la masa en dos y estirar cada mitad con un rodillo hasta formar un par de rectángulos (de 1/2 a 1 cm de grosor).  Se puede trabajar la masa entera, pero es más fácil dividirla.
  • Con una brocha, untar (generosamente) la mantequilla sobre la masa, y espolvorear el papelón y el queso rallado (y el anís, si usan), tratando de dejar un par de centímetros libres en uno de los bordes  largos del rectángulo, de modo que cuando la masa se enrolle tipo brazo gitano, esta franja sin papelón ni queso sirva para sellar el rollo.   A falta de fotos, aquí les pongo un gráfico. Enrollar en el sentido de la flecha:

  • Una vez enrollado, cortar trozos de 2-3 cm de espesor, ponerlos en las bandejas engrasadas y con  papel parafinado, dejando bastante espacio entre ellos porque van a crecer nuevamente.  Untar los golfeados con un poco más de mantequilla por encima y dejar reposar 1 hora más (o más, hasta que crezcan bastante).   No dejen de ponerles papel parafinado o para hornear a las bandejas porque, al calentarse, el papelón se va a derretir y luego es imposible despegar los golfeados, a pesar de que las bandejas estén engrasadas y sean de buena calidad.
  • Precalentar el horno a 180º C / 350º F y hornear por 15-20 minutos, hasta que estén grandes y dorados.
  • Sacar del horno y dejar enfriar un poco.
  • Mientras tanto, hacer un melado no muy espeso con la 1/2 taza de agua y los 3/4 de taza de papelón.  Basta con calentar el agua, disolver el papelón y cocer por unos minutos hasta que tenga la consistencia de sirope.
  • Bañar los golfeados con el melado.  Espolvorear con el queso extra (yo esta parte la omito, pero es cuestión de gustos), y comer tibios.

Notas extras

  • Sobre el queso: si viven en EE.UU., tal vez puedan usar el queso fresco mexicano que venden en Whole Foods.  Si no, se puede hacer una mezcla de algún farmer’s cheese (o provolone, mozzarella, algún cheddar blanco no muy grasoso, rallados) y feta desmoronado (para los que viven en UK o Eire, en Tesco o Lidl venden un «salad cheese» que no es tan ácido como el feta, es fácil de rallar y se parece al queso llanero).  No recomiendo usar halloumi en este postre porque no se derrite.
  • Sobre el anís: mucha gente le tiene fobia a esta especia, y la mayoría no sabe que ese sabor particular de los golfeados de panadería se lo da precisamente el anís.  Si deciden arriesgarse y usar un poco, basta con agarrar tres o cuatro estrellas, sacarles las semillas y triturarlas con un mortero (o comprar el anís molido, mucho más fácil), mezclarlo bien con el papelón rallado y listo.
  • Sobre el melado:  para que los golfeados queden de verdad tipo de panadería, hay que bañarlos con bastante melado (en las fotos que hemos montado con esta receta se pueden ver sin el melado).  Si les gustan bien mojados, se puede duplicar la cantidad.  ¡No hay que escatimar!
Si hacen los golfeados con esta receta, dejen algún comentario contando qué tal.
¡El feedback es más que bienvenido!

NATILLA DE GLORIA

 

He etiquetado este postre como «venezolano», pero la verdad es que existe alguna variante similar en cada rincón donde haya vacas, gallinas y azúcar. En Venezuela le llamamos natilla, en singular. En España, natillas. En otras partes se le llama manjar blanco, crema inglesa, flan, blancmange, custard, pudding… Aquí les va la receta de mi abuela Gloria, más fácil imposible.

INGREDIENTES

Para 6-8 porciones

3 tazas + 1 taza de leche entera
3/4 taza azúcar blanca
Vainilla*
6 cucharadas rasas de maicena (cornstarch)
2 yemas de huevo
Tirita de corteza de limón (opcional)
Canela en polvo (opcional)

  • Poner a calentar en una olla mediana 3 tazas de leche, junto con el azúcar y la vainilla (y la tira de limón, si usan). Llevar hasta punto de ebullición, cuidando de no quemar la leche. Si la olla no es muy confiable, les recomiendo hacerlo a fuego medio, aunque se tarde más. Si la leche se quema y raspan el fondo de la olla con la cuchara, le van a quedar grumos a la natilla, y un regusto a quemado.
  • En un recipiente aparte, mezclar la taza de leche restante, junto con la maicena y la yema de huevo. Tip: para que la maicena se disuelva bien (no sólo en esta receta, sino en cualquier otra que use maicena como espesante), es necesario que el líquido esté frío o al menos a temperatura ambiente; si está tibio o caliente, se forman grumos.
  • Agregar a la leche hirviendo, bajar la temperatura a fuego lento y revolver constantemente hasta que empiece a hervir nuevamente. Cocer por uno o dos minutos, hasta que espese bien (el tiempo depende de cuán líquida o espesa les guste la natilla: a más tiempo cocinándose, más espesa. Recuerden que al enfriar espesa aún más). Pescar la tira de limón y desechar.
  • Les recomiendo pasar la natilla todavía caliente al molde de servir (o moldes), porque apenas se enfría, se le forma nata por encima -como su nombre bien lo indica- y luego queda grumosa. Enfriar un poco antes de refrigerar. Rociar con canela antes de servir.

*Sobre la vainilla: no pongo la cantidad porque eso depende del tipo de vainilla que usen. La que solemos comprar es una imitación, pero a veces hay diferencias entre el llamado «extracto» y la «esencia». Si el gastrolector, por casualidades de la vida, usa la esencia artificial McCormick, puede echarle un poco menos de media cucharadita. Más de eso ya hace que la natilla sepa muy repugnante.


Troubleshooting

Este postre es muy sencillo, pero sí tiene sus potenciales problemitas:

  1. Como ya dije antes, si la olla no es muy buena (de fondo muy delgado, por ejemplo), es bien factible que la leche se queme. Si les pasa esto y lo pillan a tiempo, quiten la olla del fuego, bajen la temperatura y regresen la olla a la hornilla. Traten de no raspar el fondo de modo que no se levanten los grumitos de leche quemada. Pueden cambiar de olla y salvar el litro de leche o, si son valientes, pueden seguir haciendo la natilla ahí mismo con mucho cuidado.
  2. Otro problema puede ser que la maicena no se disuelva bien, o que se formen grumos gruesos en el borde de la olla. No entrar en pánico. Terminen de hacer la natilla, buscando la consistencia que más les guste, remuevan del fuego, dejen enfriar unos minutos y pasen la mezcla a una licuadora. En una velocidad baja, licuar hasta que ya no se vean grumos y pasar al molde de servir. Este tip también sirve cuando se hace salsa bechamel y queda grumosa, pero no se lo digan a nadie…

SOPA AMARILLA

La «sopa amarilla» es un término genérico originado en mi casa, con el que se llamaba a cualquier sopa de verduras. La idea era no entrar en detalles y ocultar el contenido de este potingue, de modo que el mañoso de mi hermano pensara que la sopa se hacía no sé de qué, todo menos vegetales…

Aunque ya había dicho en alguna otra crónica que me iba a proponer anotar más recetas caseras, estaba pensando si incluir o no esta sopa. No porque no sea rica, sino porque no le veo mucha ciencia. Sin embargo, Hugo ha insistido en que comparta el secreto familiar, en especial para otras madres de hijos mañosos que necesitan comer verduras pero se resisten.

Está de más decir que todo es al ojo por ciento, que se pueden incluir o eliminar ingredientes a voluntad, y que la idea es hacer una bomba nutricional para compensar por todas las carencias gastronómicas de la semana.

INGREDIENTES

1/2 cebolla grande, cortada en cuadritos
2 dientes de ajo, machacados
Ají dulce, al gusto (3-4), cortado en cuadritos, o si no consiguen…
1/2 pimentón/morrón rojo, en cuadritos
1.5-2 litros de caldo* (puede ser de carne, pollo o vegetales)
1 cubito (depende del caldo que usen, puede ser de pollo, carne o vegetales)
3-4 ramitas de cilantro/culantro
1 kg de calabaza/auyama/zapallo, pelad@, sin semillas y cortado en cuadros
2 zanahorias grandes, peladas y cortadas en cuadros del mismo tamaño que la calabaza
4 papas/patatas pequeñas, peladas y cortadas en cuadros del mismo tamaño que la calabaza

Opcionales:
Crema de leche o crema agria o yogur griego
Sal de ajo
Cilantro, picado
Queso feta, desmoronado

*El caldo

Lo ideal es preparar un caldo de verdad, tanto por cuestiones de sabor como por valor nutricional. Varias ideas:

En la carnicería donde usualmente compro la carne, venden el pollo entero y sale a buen precio. Aunque es un fastidio despiezarlo y limpiarlo, vale la pena porque se aprovecha todo. Con la carcasa o las piezas que no se quieran utilizar para otros platos, se puede hacer un caldo básico:

1.5-2 litros de agua
2 hojas de laurel
1 diente de ajo, pelado
2-3 ramitas de perejil
1/2 ajoporro/puerro, cortado en trozos gruesos (ó 1/2 cebolla cortada en 2-4 gajos)
3-4 pepas de pimienta negra

  • Se echa todo junto en una olla grande (incluyendo el pollo), se lleva a ebullición y luego se baja el fuego a medio-bajo. Se deja cocinar tapado por 30-45 minutos.
  • Se cuela y se deja enfriar el caldo. Una vez frío, se mete en la nevera como por una hora. Después de este tiempo, debería formarse una capa de grasa visible, que se puede eliminar fácilmente con una cuchara (también se puede desgrasar caliente, pero es más difícil). Hay gente que dice que el gusto está en la grasa, pero es mentira… Ya el caldo queda impregnado con el sabor de la carne sin necesidad de taponar las arterias.
  • Si las piezas que usaron tienen bastante carne, esperar que se enfríen y separar con los dedos. Esta carne se puede utilizar más adelante para la sopa amarilla, o para cualquier picadillo (ver, por ejemplo, los pastelitos de Boconó). El resto de las hierbas, el ajoporro, etc., se puede desechar.
  • Mismo procedimiento para hacer caldo de carne: comprar alguna pieza que tenga hueso y echar con el resto de los ingredientes. La carne suele demorar más en cocinar, así que dejar al fuego por 45-60 minutos. En estos días hice un caldo con los restos de una pata de cordero que preparó Hugo. Un sabor delicioso. Con lo que queda de carne, pueden hacer un cubito casero: escurrir bien, meter en la licuadora y volver polvo. Esto se puede meter en bolsitas plásticas en el freezer. Cada vez que preparen una sopa con caldo de carne, echar un poco de este polvito para intensificar el sabor.
  • Una vez desgrasados los caldos, se pueden congelar y usar cuando los necesiten.

Ahora, volviendo a la sopa amarilla:

  • En una olla grande, poner a calentar a fuego medio un poco de aceite (mejor si es de oliva) y sofreír la cebolla, el ajo y el ají o pimentón hasta que la cebolla se ponga transparente (3-4 minutos).
  • Echar el caldo, el cubito triturado (ya sé que habrá quienes piensen que esto es un sacrilegio, pero no me importa. ¡Yo sí uso cubitos! ¿Y qué?). Si ustedes son puristas, ignoren el cubito y salpimienten al gusto. Echar las ramas de cilantro y subir el fuego.
  • Yo usualmente dejo que empiece a hervir el agua antes de echar las verduras, pero es sobre todo para dejar que se disuelva el cubito. Supongo que no pasa nada si se echan las verduras antes.
  • Sobre las verduras:

– Hay que tratar de que estén cortadas más o menos del mismo tamaño para que se cuezan simultáneamente (la papa suele ser la más suave, así que se puede incluir de última o cortar más grande). La idea es que se cocinen lo mínimo indispensable para que estén suaves, pero no demasiado para que retengan su valor nutritivo.

– Hay como un trillón de variedades de calabaza. En Venezuela la llamamos auyama y suele ser carnosa y dulzona. En estas latitudes, aunque sí consigo la tradicional calabaza tipo de Halloween, me gusta más comprar el butternut squash, porque es más pequeño, bien carnoso y más fácil de pelar. Ver aquí para más info: en español o en inglés (con fotos incluidas)

– Obviamente, en lugar de calabaza, zanahorias y papas, se pueden usar muchas otras verduras: en Venezuela el combo ideal es auyama/calabaza/zapallo, apio/arracacha (que no es lo mismo que el apio españa o célery) y ñame/yam. También pueden ponerle calabacín/zucchini, pastinaca/chirivía/parsnip, un tubérculo espantoso llamado celeriac (cuya traducción no he podido encontrar todavía), nabo/turnip, etc.

– Calculo que con unos 15-20 minutos de cocción es suficiente, pero la verdad es que siempre lo sé porque pesco alguna zanahoria y la pincho con un tenedor (si usan otros tubérculos como el apio, puede que la cocción tarde más). Dependiendo del gusto personal, la sopa se puede licuar mucho o poco. Si quieren una textura más sedosa, se puede colar también. Recuerden no licuar cuando la sopa esté muy caliente todavía, o van a tener manchones amarillos en el techo de por vida…

  • Para terminar, una vez licuada la sopa hay que probar y rectificar la sazón. La razón es muy sencilla: aunque ya hayan probado el caldo, recuerden que la calabaza y la zanahoria son dulces, mientras que la papa neutraliza los sabores. En mi casa se toman la sopa dulzona, pero a mí me gusta más salada, así que no la toco sino cuando ya está en mi plato.
  • Otra cosa es la consistencia de la sopa: aquí la hacemos bien cremosa por cuestiones prácticas (para que sea más fácil dársela a los niños), pero si le agregan más caldo (o agua), la pueden diluir más.
  • Antes de servir, hay varias opciones:

– Echar un chorrito de crema de leche, o una cucharada de crema agria o yogur griego en cada plato. Esto le da un toque cremoso buenísimo (aparte, el toque ácido del yogur, crema agria o feta contrasta muy bien con el dulzor de las verduras).
– Espolvorear un poco de sal de ajo. Tip cortesía de Hugo.
– Desmoronar o picar en cuadritos un poco de queso feta.
– Echar un poco de cilantro fresco picado, para un toque más refrescante.

CACHITOS DE JAMÓN

Al exiliadx venezolanx le hacen falta muchas cosas: su familia, la playa y el buen clima, el Ávila (si es caraqueñx), la fiesta por cualquier motivo, la tranquilidad de infringir una que otra ley sin miedo a la multa, la gasolina barata… Pero, sin duda alguna, lo que más falta le hace, más aun que su propia madre, es el cachito de jamón.

Desconozco su origen. Presumo que fue la creación de algún genio portugués en algún punto del temprano siglo XX. Para lxs gastrolectorxs no venezolanxs, un poco de contexto: a finales del XIX y durante la primera mitad del siglo XX, hubo varias oleadas migratorias provenientes de Europa, principalmente de España, Portugal e Italia. En Venezuela, lxs portugueses, entre otras cosas, se dedicaron a abrir panaderías y mezclaron los sabores locales con los de su tierra. El resultado es maravilloso, aunque poco conocido en el exterior. La panadería y repostería venezolanas no tienen igual (y lo digo con conocimiento de causa, después de haber viajado un montón por países que se precian de tener buena cocina).

En fin, que de ahí salió el cachito de jamón: una especie de pan endulzado (pero que no llega a ser completamente dulce) que se enrolla en torno a un picadillo de jamón (y no llega a ser croissant). Lo cierto es que el aroma dulzón del cachito evoca mañanas de cielo azul, de montaña limpia, de día por empezar. Si lx gastrolector se anima a hacerlos, desayune un par con una buena taza de café con leche e imagine tiempos mejores para un país que poco a poco se va convirtiendo en una referencia remota para esta exiliada.

* * *

Esta receta tiene años circulando en varias páginas de Facebook, e incluso ha sido reproducida (SIN PERMISO), con fotos y todo, en algunas revistas. Obviamente si la publico es porque no me importa compartirla. De hecho, me encanta la idea de tener amigxs regadxs por todo el mundo que llevan un pedacito de Venezuela (y de mí) cada vez que la hacen. Tengo incluso unxs amigxs húngarxs que han incorporado los cachitos como menú fijo en sus fiestas de cumpleaños, y es algo que me hace muy feliz. Lo que me parece inaceptable es que se reproduzca al pie de la letra sin citar la fuente. Así que ya saben, plagiar es horrible (e innecesario).

[Versión actualizada julio 2021]

INGREDIENTES

Salen 32 cachitos pequeños

7 g levadura en polvo (un sobrecito / 1 cucharada) ó 15 g levadura fresca

100 g huevo, ligeramente batidos (=2 huevos regulares)

240 g / 1 taza de leche

75 g / ⅓ taza azúcar

610 g / 4+3/4 taza) harina para pan

6 g / 1 cucharadita sal

90 g / ⅓ taza mantequilla, en cubitos

700-1000 g jamón en lonjas finas, cortado en tiritas (la cantidad depende de cuán generosos sean en cada cachito)

1 huevo batido para barnizar

[En mi versión antigua, sugería que se activara la levadura en un poco de agua tibia con azúcar, pero hoy en día ese paso ya no es necesario con las levaduras instantáneas. Aquí les va mi versión post Le Cordon Bleu]

  • En un recipiente grande mezclar la leche con el azúcar, la sal y los dos huevos previamente batidos. Incorporar la levadura, e ir agregando la harina taza por taza, revolviendo bien (en especial las primeras dos tazas) para que no queden grumos. Esto se puede hacer a máquina o a mano. Si están usando máquina, les sugiero agregar la mantequilla en cubitos (firmes), pero si están amasando a mano, es más fácil con la mantequilla un poco suavizada.
    • En recetas antiguas, la gente solía pedir que los líquidos estuvieran tibios para activar rápido la levadura. Yo les recomiendo empezar con ingredientes fríos (la leche, los huevos, la mantequilla). Esto garantiza que cuando terminen de amasar, con toda la fricción, la masa va a estar entre 24-26ºC. Esta es la temperatura ideal para que las masas levanten y se desarrollen a plenitud. Si la masa está más caliente, corre el riesgo de sobre crecer (overproofing).

  • Cuando esté incorporada toda la harina, amasar vigorosamente por unos 8-10 minutos (a máquina) o 12-15 minutos a mano, hasta que la masa no se pegue de los dedos. Esta masa suele ser firme y fácil de trabajar, y no necesita harina extra. Confíen en la receta y denle tiempo a la harina de absorber el líquido. La masa está lista cuando se vea suave, brillante y elástica.
    • A veces la harina es muy fina y absorbe más líquido, otras veces los huevos son demasiado grandes (más de 50 g por huevo) y le añaden más humedad al asunto. Si tienen rato amasando y sienten que de verdad está muy pegajosa, pueden espolvorear un poquito más. Si, por el contrario, notan que la masa está muy seca, le pueden agregar un poco más de leche. Pero ¡resistan la tentación! La mayoría de las veces lo que la masa necesita es tiempo. Esta receta está súper-recontra probada (con muchos tipos de harina distintos, en muchas latitudes), y las proporciones suelen funcionar bien.
  • Una vez amasada, hacer una bola compacta, poner la masa en un recipiente grande tapado con una bolsa plástica limpia (yo prefiero usar plástico que trapos húmedos) y dejar reposar. Hay dos métodos para dejar que crezca la masa: el método directo y el método controlado.
    • Con el método directo, la masa se tapa y se deja afuera hasta que casi duplique su tamaño. A la media hora de reposo, se vuelve a poner en el mesón, se saca el aire atrapado y se vuelve a formar una bola. Esto ayuda a darle estructura a la masa. El tiempo total de crecimiento o proofing depende de la temperatura y humedad de sus cocinas, y de cuánto manipularon la masa. Aquí en el Trópico, esto puede ser bastante rápido, pero en invierno, en una cocina fría, esto puede demorar hasta 4 horas.
    • Con el método controlado (mi recomendado para este tipo de masas enriquecidas, es decir, que tienen mantequilla), se forma la bola, se tapa y se deja reposar por 15 minutos afuera. Se aplasta de nuevo, se saca el aire, se vuelve a formar la bola y de vuelta al recipiente. De ahí, MUY BIEN TAPADA, se mete en la nevera por varias horas, preferiblemente toda la noche. La masa va a crecer muy lentamente, ayudando con el sabor y la estructura.
  • Una vez que crezca la masa, o que estemos listxs para armar los cachitos, enharinar muy ligeramente la superficie de trabajo, poner la masa y sacarle el aire por completo apretando con el talón de la mano. Hacer un disco plano y dividir (con cuchillo o scraper) en cuatro porciones iguales. Como yo soy bastante maniática, me gusta hacerlo con la balanza.
  • Formar una bola con cada porción. Darle una buena forma al principio, ayuda a que cada disco sea más parejo y cada cachito salga del mismo tamaño. Enharinar un poco el rodillo e ir estirando cada disco hasta hacer un círculo de unos 25-30 cm de diámetro (el grosor depende del gusto personal: si a usted le gustan esos cachitos medio transparentes y grandes, entonces estire bien la masa; por el contrario, si usted es de esos que disfrutan del gusto dulzón de la masita, con un toque moderado de jamón, entonces déjela más gruesa). Una vez que esté bien estirada la masa, dividir en 8 porciones (tipo una pizza). Cada triángulo es un cachito. Usualmente hay que estirar un poco más cada triangulito por separado, para que el cachito quede de buen tamaño. 

  • Poner el jamón (al gusto) en la base del triángulo (suponiendo que es un triángulo isósceles) y enrollar hacia el vértice. Dos trucos para que el jamón no se desparrame: uno, antes de comenzar a enrollar, doblar los bordes como haciendo un bolsillo alrededor del jamón y enrollar hasta el final; y dos, al colocar los cachitos sobre la bandeja (previamente engrasada, o con un mat de silicón), poner el piquito hacia abajo. ¡Esto es importante! Si los ponen al revés, hay riesgo de que el cachito se abra al crecer. Dejar espacio entre cada uno, porque crecen considerablemente.
    • Los primeros cachitos salen horribles (es un hecho científico), pero ya los siguientes se van pareciendo más a los de la panadería.

  • Una vez en la bandeja, cubrirlos con la bolsa de plástico, y dejar reposar por una hora (otra eternidad más, pero insisto: vale la pena). Si viven en zonas frías, se pueden poner en un sitio tibio. Si viven en zonas calientes, en cualquier mesón sirve. 

  • Pasada la hora, o cuando sientan que han crecido, pero siguen estando firmes al tacto, precalentar el horno a 350º F / 175º C y pintar cada cachito con huevo batido usando una brocha de repostería (o los dedos, para qué engañarnos). Hay gente que los pinta con mantequilla derretida o con una mezcla de leche con azúcar. La idea de pintarlos es que la masa no se agriete mientras crece, y que se dore al hornear.
    • Update: Una lectora nos sugirió hacer una mezcla de huevo con papelón derretido (1-2 cucharadas de papelón rallado, mezclado directamente con el huevo, o disuelto en 1 cucharada de agua tibia). ¡Altamente recomendado! Ahora siempre los barnizamos con esa mezcla y no se imaginan la delicia. ¡Gracias, Veruska! 
    • Antes los barnizaba dos veces: una, antes de dejarlos reposar, y otra justo antes de hornearlos. Desde que los cubro con plástico y no con trapos húmedos, no hace falta hacerlo dos veces. Sólo antes de hornear.

  • Hornear por 12-15 minutos (hasta que se vean doraditos). Dejar enfriar en una rejilla.

Variaciones no ortodoxas:

  • Hay gente que usa de relleno una mezcla de jamón con tocineta picada (yo no haría un 50-50, porque creo que quedaría muy grasoso y repugnante de sabor). En mi caso, uso una mezcla de picnic ham (2/3) y algún jamón ahumado (1/3).
  • Hay gente que les pone un toque de diablito (jamón endiablado) junto con el jamón (lo he hecho y les da un sabor a panadería buenísimo, pero ojo: no usar demasiado diablito).
  • También se les puede poner un poco de queso; por ejemplo, un cheddar o edam suave rallado, o incluso queso de cabra, pero hay que cerrar muy bien cada cachito, o se puede desparramar. O se puede usar jamón de pavo, aunque es mucho más seco. La combinación de jamón de pavo y queso crema queda súper bien.

Notas extras:

  • Si 32 cachitos son demasiados, esta masa se puede congelar perfectamente. Una vez que le saquen el aire, la meten en una bolsa de plástico, la cierran bien y listo (yo le echo un chorrito de aceite a la bolsa para que luego al descongelar no se pegue). Cuando la saquen a descongelar, recuerden abrir la bolsa porque la masa va a crecer otra vez.
Aquí pueden ver cómo congelar la masa (ya dividida en 4 y un poco aplastada, en forma de discos)
  • Por cierto, esta receta es una mezcla de varias que saqué de Internet, junto con la del pan de jamón navideño de mis padres, y ajustada según ensayo y error. Si tienen algún comentario con respecto a cantidades o método, con gusto lo incorporaré aquí.

TORTA DE PLÁTANO

En estos días en que he estado actualizando bastante el blog (compensando por el abandono del 2008), me di cuenta de que casi no hemos publicado recetas venezolanas. Peor aún, no hemos montado sino un par de platos de los que hacemos frecuentemente en casa. Es cierto que muchas de las recetas publicadas ya forman parte de nuestro paladar habitual (la cochinita pibil, los kebabs, por ejemplo). Pero inconscientemente, supongo, nos hemos dedicado a resaltar sólo las cosas exóticas o novedosas que cocinamos. También es cierto que tratamos de no repetir demasiado, pero siempre hay sabores recurrentes que usualmente están ligados a nuestro bagaje cultural. La idea original del blog era no sólo compartir algunas recetas de nuestros libros favoritos, sino también asentar por escrito parte de la tradición familiar. Siempre resulta complicado escribir recetas personales, porque todo se mide «al ojo», pero vale la pena hacer el intento.

Esta torta de plátano es un clásico de mi mamá. No sé de dónde la sacó, si es inventada o heredada de mi abuela Gloria. Hace un par de años participamos en un festival internacional, haciendo un demo de comida criolla. Les preparamos un montón de cosas, y para terminar, pensé que éste era el postre más rápido, fácil y «exótico» que les podíamos mostrar. Tuvimos nuestras dudas porque, en lo que respecta a presentación, la pobre torta de plátano se lleva el último premio, pero podemos dar fe de que los asistentes al demo se chuparon (literalmente) el plato. Al final muchos se acercaron a comentarnos lo buena e inesperada que les resultó la combinación de sabores. Y es que de eso se trata, en muchas ocasiones, la gastronomía venezolana: mezclar lo dulce con lo salado, lo suave con lo duro, lo negro con lo blanco.

En fin, después de tanto preámbulo, les informamos a nuestros cuatro gastrolectores que de ahora en adelante haremos el intento de copiar más recetas «caseras» y criollas. Supongo que cada familia venezolana tiene su propia versión, pero aquí les va la nuestra de la deliciosa torta de plátano.

ACLARATORIA para los no-caribeños:
Plátano (Musa paradisiaca) aquí se refiere NO a la banana/banano/guineo/cambur (el que se come crudo), sino al grande, de concha más dura que se debe cocinar (en México se llama plátano macho, y en inglés se llama plantain).

INGREDIENTES

Para 6 personas

4 plátanos grandes, maduros
Aceite para freír (NO de oliva)
1 lata leche condensada
2 tazas queso blanco duro rallado
Canela en polvo, al gusto


Versión sencilla

  • Pelar y cortar los plátanos en tajadas. Freír en aceite bien caliente hasta dorar (tratar de no quemar) y poner sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite.
  • Precalentar el horno a 350ºF / 180ºC.
  • En un pyrex cuadrado de 23×23 cm / 9×9″ (o molde que se pueda meter en el horno), poner una capa de tajadas cubriendo completamente el fondo, luego untar esa capa con 1/3 de la lata de leche condensada, y coronar con bastante queso blanco.
  • Repetir hasta que se acaben las tajadas. 4 plátanos grandes suelen ser suficientes para 3 capas. Terminar con leche condensada, bastante queso y rociar canela en polvo por encima.
  • Hornear por 25-35 minutos, hasta que el queso se derrita, se dore un poco y se formen burbujas color caramelo en la leche condensada. Dejar enfriar un poco antes de servir, si no quieren echarse la quemada del siglo.


Notas extra (versión extendida)

Sobre la madurez del plátano:

  • Este postre no puede hacerse con plátano verde (queda tieso, seco y harinoso). Mientras más maduro el plátano, más dulce el resultado final. La siguiente explicación puede resultar bastante obvia para un venezolano o puertorriqueño, pero va para los lectores no-caribeños, en caso de que no sepan cómo escoger un plátano maduro: a diferencia de la banana, el plátano maduro DEBE tener pintas negras en la concha. De hecho, a medida que se va madurando, se pone más negra. El problema de usar plátanos muy maduros es que son más resbalosos a la hora de cortar las tajadas, y absorben mucho más aceite al freírse.
  • Yo nunca uso plátanos demasiado maduros, sino cuando todavía están lo suficientemente firmes para no magullarse cuando se agarran con la mano una vez pelados.

  • Para hacer las tajadas: dividir el plátano en tres secciones y lajear (rebanar) cada una longitudinalmente tres o cuatro veces, dependiendo del grosor del plátano.
  • ¿Dónde conseguir plátanos? Si viven en Estados Unidos, hoy en día no es difícil conseguirlos. Whole Foods, cualquier mercado oriental (en Malasia y Filipinas se come mucho) o en mercados caribeños o africanos también. Si viven en España, supongo que se puede perseguir a cualquier ecuatoriano y preguntarle. Si viven en Irlanda o en Inglaterra, en cualquier mercado chino o africano hay (y en Tesco he conseguido a veces). Por supuesto, hay que esperar años para que se maduren (y no siempre se maduran bien, en especial en invierno).

Sobre el aceite:

  • Nadie dijo que éste era un plato sano y dietético, así que no se puede usar aceite de oliva. Por tres razones: una, no es un ingrediente autóctono (¿usted ha visto olivares en el trópico?); dos, en Venezuela freír con aceite de oliva es como llenar una tina de baño con agua Evian; tres, el sabor del aceite de oliva es demasiado fuerte y no combina con el plátano. Alternativas: aceite de maíz, aceite de girasol (y si quieren llevarlo a un nivel más tropical aún, aceite de coco).
  • A la hora de freír, les recomiendo usar suficiente aceite como para que las tajadas queden sumergidas (deep fry). Esto ahorra tiempo y las dora uniformemente. De todos modos, hay que voltear un par de veces cada tajada para que se cocine bien (calculo que 2 minutos por lado es suficiente). También es recomendable no meter demasiadas a la vez, sino ir friéndolas por tandas (no importa que se enfríen).

Sobre la leche condensada:

  • Sin duda, ésta es la versión urbana, americanizada, de la torta de plátano. Si quieren ser puristas y tradicionales, se puede sustituir la lata de leche condensada por un «melado de papelón». «Dejá de hablar en guaraní», me diría una querida amiga argentina. Aquí está la traducción: papelón es una panela de melaza hecha de caña de azúcar (según Wikipedia, en otras variantes de español se le llama piloncillo, panela, raspadura, rapadura, atado dulce, chancaca, empanizao o panocha). En inglés el equivalente es molasses, y en India y Pakistán hay algo similar llamado gur o jaggery.
  • Para hacer el melado de papelón, se pica en pedacitos la panela (unos 250 g) y se pone en una olla con una taza de agua y varios clavos. Se cocina a fuego medio-alto, revolviendo para disolver, hasta que tome la consistencia de una miel espesa (entre 7-10 minutos). Colar para eliminar los clavitos (y además, la panela usualmente viene con impurezas). Scannone sugiere que se pruebe el papelón antes y, si está muy salobre, se agregue un poco de azúcar también. Usar este melado del mismo modo que se indica arriba (1/3 en cada capa de plátano).
  • Las siguientes tres fotos muestran la torta hecha con melado de papelón:

Sobre el queso blanco:

  • El queso blanco venezolano es parecido al queso fresco mexicano, o al panir indio. Es un queso suave, y si es del tipo llanero es fácil de rallar (y no es demasiado salado). En Estados Unidos se consigue en Whole Foods (como «queso fresco» o «queso mexicano»). Si no hay un equivalente donde viven, pueden hacer una mezcla de mozzarella con algún cheddar blanco suave (o mozzarella con feta desmoronado). La idea del queso en este postre es darle un toque salado que contraste con el dulzor del plátano y de la leche condensada. La desventaja de hacerlo con cheddar solamente, por ejemplo, es que la torta queda más grasosa (el queso blanco es bastante «light»).

Sobre la canela:

  • Si el gastrolector es amante de la canela, puede espolvorear cada capa al armar la torta, en lugar de hacerlo sólo en la última.

Si se animan y preparan la torta, no sean flojos y dejen un comentario a ver qué les parece y qué cosas se pueden mejorar en la receta (cantidades, explicación, ingredientes extra, etc.). En Venezuela se come tanto como postre como acompañamiento de comida salada.

PASTELITOS DE BOCONÓ


Para nuestra familia, ir a Boconó -el pueblo de mis abuelos Ruiz Matera- es siempre una experiencia 100% sensorial. Cada color, cada textura, cada sonido está ligado a nuestra infancia y a nuestra historia. De hecho, toda mi cultura culinaria sale de ese lugar macondiano. Por eso, aquí les copio un sabor de mi infancia y parte del legado familiar.

La receta no es la original de mis Tías (abuelas), pero según Pilli, facilitadora de esta receta -y según mi paladar- así sabe Boconó…

UPDATE: Las medidas que tenía publicadas para la masa no me estaban funcionando, así que aquí les paso un intento por mejorarla.  Espero que les resulte más fácil así. De igual manera, si la preparan y modifican, dejen sus comentarios.   

INGREDIENTES PARA LA MASA

Para 24 pastelitos medianos

600 gr (unas 4 tazas, más o menos) de harina de trigo (no leudante)
4 cucharaditas de azúcar
1 cucharadita de sal
1 taza de mantequilla, cortada en cubitos
2 huevos, ligeramente batidos
4-6 cucharadas de agua fría (o más)
  • Hay dos maneras de hacer la masa: a mano o con procesador.  De igual manera, lo mejor es trabajar con los ingredientes fríos (en especial la mantequilla). 
  • Cernir la harina y mezclarla bien con el azúcar y la sal.  Si van a usar un procesador o licuadora, ponerla en el recipiente junto con la mantequilla y darle «toques» hasta que la mezcla tenga la consistencia de migas gruesas de pan.  Si van a hacerlo a mano, con la punta de los dedos y trabajando rápidamente, frotar la mantequilla en la harina, tratando de «disolver» los cubitos de modo que no queden pedazos gruesos de grasa. 
  • Hacer una rueda con la harina sobre el mesón, tipo volcán, y en el medio echar los huevos previamente batidos y el agua fría.  Usando la mano tipo espátula, ir incorporando el líquido a la mezcla de harina e ir amasando un poco.  No se trata de una masa de pan o pizza, suave y elástica, sino de una masa tipo pasta quebrada, así que no se puede manosear mucho.  La idea es ir compactándola, formando una bola.  Si notan que está muy seca, se puede echar un poco más de agua, cucharada por cucharada.  
    • Es difícil conseguirle el punto ideal a la masa.  Siempre da la impresión de que no cohesiona, pero tengan paciencia.  Una vez enfriada, agarra forma al estirarse con el rodillo.
  • Envolver en envoplast (papel plástico, cling film) y dejar reposando en la nevera al menos 1/2 hora.  Esto hace que se asiente bien y sea más fácil de manipular a la hora de estirarse.
    • Esta masa congela bien.  Para descongelarla, basta con dejarla a temperatura ambiente o en la nevera por varias horas.  Recuerden que tiene que estar fría y firme antes de usarse.

RELLENO

4-5 pechugas de pollo grandes ó 500 g carne molida
2-3 cucharadas de aceite
1 cebolla grande, cortado en cuadritos
1 pimentón rojo grande, cortado en cuadritos
2 cucharadas de vino dulce (tipo Moscatel)
4 cucharadas de pasta de tomate
1 cucharadita de sal
1 cucharadita de azúcar
1-2 cucharadas de pan molido
Pasitas al gusto (1/4 taza, más o menos)
Alcaparras al gusto (2-3 cucharadas)
Aceitunas al gusto (rellenas de pimentón, cortadas en aritos)
3 huevos duros, previamente cocidos, enfriados y cortados en 8 gajos c/u

  • En un sartén o caldero amplio, sofreír la cebolla y el pimentón por unos 4-5 minutos a fuego medio-alto, hasta que la cebolla se ponga transparente.
  • Agregar la pechuga cruda cortada en trocitos o la carne molida y sofreír por 5 minutos más o menos, hasta que pierdan el tono rosado.  Luego agregar la sal, el azúcar y la pasta de tomate, y cocinar 10 minutos revolviendo constantemente para que no se pegue.
  • Cuando la pechuga o la carne esté cocida, bajar el fuego (a medio) y agregar el vino, las pasitas, las alcaparras, las ruedas de aceituna y el pan rallado. Mezclar todo bien. Cocinar por 5 minutos más.
    • Si no tienen moscatel, un chorrito de Oporto no le queda nada mal.
    • Sobre las alcaparras: si vienen en salmuera, les sugiero dejarlas remojando en agua fría unos 15-20 minutos antes de usarlas, para desalarlas un poco.  Si vienen en agua, no es necesario hacer esto.
    • El pan rallado sirve para absorber un poco el exceso de líquido que pueda tener el relleno, de manera que no se rompan los pastelitos luego.  Ajusten la cantidad dependiendo de cuán mojado les haya quedado.
  • Retirar del fuego y dejar enfriar antes de usar.
    • Este picadillo también congela bien.
Las Tías los hacían usualmente de carne, pero en vez de molida, ellas utilizaban falda (no tengo la menor idea de cómo se pueda llamar este corte en otros países) y la sancochaban, luego la desmenuzaban y la pasaban ligeramente por la licuadora agregándole algo de caldo para molerla, y después la cocinaban según la receta de arriba (el relleno debe quedar bastante seco para que no se salga de la masa a la hora de freír los pastelitos). Nosotros los hacemos con carne molida (mucho más fácil) y quedan buenísimos.

ARMADO DEL PASTELITO
  • Si van a hacer la cantidad de arriba, para unos 24 pastelitos, les sugiero dividir la masa en dos o tres porciones (cortándola con un cuchillo afilado).  Extender la masa con un rodillo, dejándola fina pero no demasiado porque luego se van a estirar un poco más.

  • Cortar círculos con un cortador de masa o, en su defecto, con una copa de cristal grande (tal vez de unos 7 cm de diámetro).

  • A cada redondel se le pasa nuevamente el rodillo hasta dejar la masa delgada (pero no demasiado porque se rompe al rellenarla), colocar en el centro una cucharada generosa de relleno y un gajito de huevo duro.
    • El relleno tiene que estar frío.  Si lo ponen caliente, se rompe la masa.

  • El formato original de los pastelitos es redondo, es decir, una tapa arriba y una abajo. Dependiendo del grosor y flexibilidad de la masa, a veces los hago así o tipo empanadas.  De igual manera, hay que untar las orillas con agua y con un tenedor apretar los bordes hasta que sellen. 
    • Las Tías hacían el archifamoso «repulgo»: de un modo misterioso, cerraban los pastelitos haciendo una especie de trenza en el borde que no sólo sabía a gloria, sino que se veía espectacular. Lamentablemente, el milenario arte del repulgo parece haber desaparecido por completo en mi familia. 

  • En la receta original se fríen los pastelitos en aceite no muy caliente, hasta dorarse un poco. Pero…

  • Si no quieren freírlos, se pueden hornear a 175º C / 350º F (con el horno precalentado) por unos 15-20 minutos, pero antes hay que barnizarlos con una mezcla de yema de huevo batida y un chorrito de leche, sobre una bandeja con papel parafinado / de cera / para hornear (los pastelitos de la foto de abajo son fritos, pero los de las primeras fotos son horneados).

No puedo decir con certeza que ésta es una receta boconesa de pura cepa (y mucho menos, exclusiva de mi familia). Posiblemente la hagan también en otras partes de Venezuela. De hecho, como se pueden haber dado cuenta, los ingredientes son 100% europeos: pasas, alcaparras, aceitunas y harina de trigo. Pero esos ingredientes, justamente, se utilizan en la mayoría de los platos criollos (hallacas, pan de jamón, tortas de navidad, etc). Sea como sea, prueben esta receta. Es muy fácil de hacer (la masa no requiere de mucha técnica y el relleno es sencillísimo), y el sabor es increíble. Si la hacen, ¡dejen sus comentarios!

Catalana rellena

De pura nostalgia aquí les va una de nuestras recetas favoritas con tal vez el mejor pescado que se consigue en el trópico. Aunque por estos lares no parecen haber visto una catalana ni en fotos, no perdemos la esperanza de tropezarnos con una y recordar a ese Caribe que ya se ve tan lejano.

INGREDIENTES

Para 4 personas

4 catalanas medianas enteras. En su defecto pueden usar pargo (huachinango).
6 ajíes dulces picados en tiritas
2 cebollines (cebolletas)
2 dientes de ajo machacados
Un pedazo de jengibre de 2x2cm lajeado
1 limón
Aceite de oliva
1/4 de taza de vino blanco
Sal marina y pimienta

  • Limpiar el pescado cuidando de sacar bien todo resto de las entrañas.
  • Rebanar el limón y cortar cada pedazo por la mitad, formando medias lunas de no más de 3mm de grosor. Sobre los dos lados de cada catalana se realizan tres cortes en ángulo como pequeños bolsillos y se inserta una media luna de limón en cada uno.
  • Mezclar el resto de los ingredientes con un poco de aceite y la mitad del vino. Con esta mezcla se rellenan las catalanas
  • Aceitar el fondo de dos pyrex y los pescados y echar el resto del vino. Hornear por 25 minutos a 175 C (350 F).
  • Servir caliente con vegetales al vapor con bastante pimienta y papas fritas